Trabajar con una discapacidad
En México, la discapacidad motriz a menudo está ligada a la carencia de oportunidades de educación y laborales, ya sea por discriminación o por falta de accesibilidad. El problema de fondo es cultural: se tiene la percepción de que una persona en silla de ruedas no cuenta con aptitudes profesionales, o que contratarla representará un gasto extra para la empresa.
La experiencia de los empleados de Eulen en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez rebate estas ideas. Noemí Téllez estudió Derecho y fue conductora del metro de la ciudad de México durante seis meses. Hace dos años se cayó de la azotea de su casa y no volvió a caminar. Buscó ayuda psicológica en el dif, lo que la llevó a la Fundación Vida Independiente, y de ahí la pusieron en contacto con el Grupo Eulen, que la contrató hace tres meses. Hoy trabaja, sale con amigos y toma clases de inglés dos veces a la semana.
Llama la atención la actitud que tienen los integrantes del equipo: no son autocompasivos, se mueven con soltura por el aeropuerto, y tienen trato amable con la gente. Además, muchos de ellos tienen niveles altos de educación. “Estamos convencidos de que las personas con discapacidad motriz tienen un talento mayor que quienes no la tenemos, porque desarrollan otras habilidades: sensibilidad, apego, amor y disciplina, con las que trabajan”, asegura la directora comercial de Servicios Sociales y de Salud de Grupo Eulen, Brenda Becerril Islas.
La inclusión
Grupo Eulen es una empresa española que igual ofrece servicios de seguridad, limpieza y mantenimiento, que de atención social y servicios auxiliares. Tiene una política de no discriminación y al llegar a México, sus directivos notaron que aquí se carece de esta cultura. Decidieron que los empleados que tuviesen trato directo con los usuarios fueran personas en sillas de ruedas.
A finales de 2007 Eulen ganó el concurso para ofrecer algunos servicios en ese aeropuerto. Desde entonces, la función principal de estos trabajadores es orientar a los pasajeros sobre conexiones de vuelos, ubicación de aerolíneas, taquillas de taxis, entre otras. Se ubican fundamentalmente en zonas cercanas a filtros de revisión e inspección de pasajeros, así como en salas de última espera y estaciones de aerotrén.
El empleo, por otra parte, significa una invaluable oportunidad de independencia y profesionalización para los trabajadores. Rosa Nereida Chávez tiene un año y tres meses trabajando en el aeropuerto. A los 19 años tuvo un accidente automovilístico que la dejó parapléjica y debió dedicarse a vender joyería y ropa, pues encontrar otro tipo de trabajo “es muy difícil, no nos dan oportunidades”, dice. Después fue voluntaria en el dif de su municipio, Huanímaro, Guanajuato, donde buscó que la contrataran: “Me decían que no tenían dinero para contratarme, pero después llegaba otra persona y sí le daban el trabajo”.
Rosa, como todos, llegó a este empleo gracias a la Fundación Vida Independiente. Eso le implicó mudarse al Distrito Federal con su marido, Ramón Frausto. Ya en la ciudad de México compraron un automóvil y rentaron un departamento a unos minutos del trabajo. Su sueldo, dicen, es bueno, y tienen todas las prestaciones que marca la ley. Aseguran que están contentos.